domingo, 27 de enero de 2013

DE LA REGENERACIÓN DEMOCRÁTICA Y POLÍTICA

Seguimos la travesía por estos tiempos convulsos. A nuestro alrededor la maquinaria capitalista continua con su acelerada destrucción de la misma esencia humana que durante siglos ha ido perfeccionando y poniendo a punto y que, ahora, ha decidido aplicar con potencia sobre la Europa del sur con especial dedicación.
Después de varios años de sufrir esta aceleración del capitalismo más salvaje y criminal parece ser que, al menos en el Estado español, ya hemos encontrado la receta mágica que todo lo cura: la regeneración democrática.
Ya hace tiempo que los grandes medios de desinformación se encargan de dejar caer este concepto para que lo vayamos asimilando y, al parecer, con un resultado excelente. La idea es tan simple como atractiva: el problema es la corrupción política y el deficiente sistema democrático fruto de la transición. Por tanto, la solución a todos nuestros problemas reside en arreglar esto.
Como siempre, una de las principales características del poder capitalista es su especial habilidad para reconocer los puntos débiles de la sociedad y explotar tanto sus miedos como sus esperanzas, sobre todo las fundadas en falsas creencias acerca del poder de la democracia representativa. Ayudado en sus medios de propaganda y en las ilustres firmas que en ellos se encargan de propagar el pensamiento único. Siempre a cambio del favor del sistema, están lanzando el mensaje de que la clave de todos los males reside en un sistema político deficiente.
Por supuesto, todos los medios utilizan un concepto de política reducidísimo, asimilando la política a la acción que realizan los partidos políticos reconocidos por el sistema como los únicos y legítimos agentes de la acción política. Esta asimilación persigue un doble objetivo: por un lado, negar cualquier posibilidad al pueblo de participación política fuera de los rediles de los partidos políticos, perfectamente controlados a través de sus estructuras de poder internas y su dependencia económica externa. Por otro lado, al recluir la política al ámbito de los partidos la regeneración de la política pasa siempre por cuestiones que solamente tienen que ver con los partidos y su funcionamiento.
Pasa lo mismo con el constante engaño al que nos somete el sistema haciéndonos creer que la democracia es esto que sufrimos cada día; cuando no es otra cosa que una oligocracia donde el poder lo ostentan los mismos desde hace décadas. Así pues, cuando los voceros del poder hablan de regeneración democrática a través de infumables editoriales en todos los medios. Siempre se refieren a este sistema parlamentario y representativo (que tan sólo representa a la clase dominante) sin dejar ni un resquicio a la acción del pueblo autoorganizado.
Estas asimilaciones contienen el peligro de dar pie a diferentes salidas. Por un lado, es posible que se pretenda tan sólo un pequeño maquillaje del sistema político a través de cambios que nada cambian como explicamos más adelante (seguramente ésta es la opción preferida por el sistema y por la que aboga ahora mismo). También puede llevar a una solución intermedia al estilo Italia o Grecia, es decir, un gobierno elegido a dedo por el capital ante la inoperancia de los partidos tradicionales. Finalmente, si el poder se siente amenazado no cejará en el descrédito político con el fin de predisponer a la población hacia la necesidad de un gobierno de unidad nacional o uno neofascista.
De esta manera, el sistema está consiguiendo reconducir todo el descontento y la desesperación del pueblo hacia esta cuestión de la regeneración. Han decidido poner en primer plano los casos de corrupción política, de financiación irregular de partidos, etc., y les han asignado el papel de culpables y, por tanto, de responsables de todos los males habidos y por haber. Todo son comparaciones entre el dinero robado por partidos y políticos y los puestos de trabajo que se podrían crear con esas cantidades, o los recortes que no hubieran tenido que hacer si ese dinero hubiese estado disponible.
Siguiendo este razonamiento, muchas de las luchas que se han ido creando y llevado adelante durante los últimos tiempos están empezando a inclinarse por estas tesis. Proliferando las voces que exigen está regeneración y la creación de todo tipo de partidos frentepopulistas para tratar de ser partícipes de la regeneración que nos impone el poder.
Ante este panorama vuelven a aparecer las recurrentes propuestas que según el poder nos acercaría a la perfección democrática. A saber, listas abiertas en todas las votaciones, cambio de la ley d’hondt por una más “representativa”, transparencia absoluta en la gestión del dinero público, poner fin a las subvenciones que reciben los partidos, articulación de mecanismos para la participación ciudadana (es decir, mejorar un poquito el tema de las ILPs),… por supuesto, todo esto obviando la verdadera cuestión de fondo.
Vivimos bajo un régimen global capitalista que antepone la dominación y el beneficio económico a cualquier otra consideración. El sistema político es tan sólo una coyuntura dentro de la globalización capitalista y tiene la forma que el poder considera oportuna en cada momento histórico.
Son la explotación sin límite de los seres humanos y del planeta, la mercantilización de todos los aspectos de la vida, la imposición de la posesión como el máximo exponente de la realización humana y la total anulación de la libertad humana los pilares de la actual situación de crisis global.
Es en estos aspectos donde debemos volcar todo nuestro entusiasmo y nuestra fuerza. Sin embargo, no podemos desdeñar la oportunidad que nos ofrece el sistema. Desde luego que es imprescindible la regeneración política y democrática, pero no en el sentido que el poder nos quiere hacer comprender; sino en el verdadero sentido. Necesitamos recuperar la verdadera política, la que realizamos todas las personas en cada acto de nuestras vidas y necesitamos recuperar la democracia, la única que merece ese nombre, aquella en la que todos tenemos la oportunidad de crear el mundo y la sociedad en la que queremos vivir.
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viernes, 4 de enero de 2013

EN ESTE 2013

Iniciamos un nuevo año y aunque sea un topicazo no podemos dejar pasar la oportunidad de hacer balance de lo pasado y realizar una pequeña reflexión sobre lo que está por llegar.
Venimos de un año que nos ha arrastrado un poco más hacia ese pozo sin fondo que es la estafa capitalista de la crisis. En su nombre (el de la crisis) todos los ámbitos de nuestra vida se han precarizado de manera radical hasta ponernos en una situación teóricamente insostenible, digo teóricamente porque la capacidad de aguante y la credulidad de las personas no deja de asombrarme cada día que pasa.

Más de once millones y medio de personas en riesgo de pobreza o exclusión social en todo el Estado, un paro cercano a los seis millones, un 22% de los hogares españoles (prácticamente 1 de cada 4) están por debajo del umbral de la pobreza, la brecha económica entre ricos y pobres se agranda a cada segundo, más de 80.000 desahucios a causa de la codicia y el terrorismo bancario,…

Todo esto acompañado por la actuación de un gobierno que al igual que su predecesor, se ha dedicado a realizar la doble función que tiene encomendada dentro del sistema capitalista: proteger y favorecer los intereses del capital (que al fin y al cabo son los suyos) y fortalecer su propia estructura, esencialmente represora. Así, venimos sufriendo la desposesión de todo derecho laboral y la imposición de un trabajo esclavo (o lo tomas o en la calle, hay cien mil que lo quieren, te dicen) en aras de eso que se llama competitividad y que no es otra cosa que abaratar costes de producción (a base de bajar salarios y subir jornadas laborales) para aumentar los beneficios empresariales. El progresivo desmantelamiento de los servicios públicos para poder hacer negocio y sacar beneficios de la educación y la salud de las personas; a la vez que dedicar miles de millones que dejamos de invertir en ellos, a transferirlos a las cuentas de resultados de los bancos. Sin olvidar una reforma educativa que pretende envilecer más si cabe la educación dejándola al nivel del mejor nacional catolicismo. Sin embargo, no todo lo “público” se desmantela. Hemos visto aumentar el gasto represor (policial y militar) y durante todo el año hemos tenido muestras de sobra sobre cómo el Estado trata a las personas que osan enfrentarse (ni que sea mínimamente) al sistema. La represión de cualquier tipo de protesta ha sido brutal y sin contemplaciones, palizas, agresiones, detenciones ilegales, multas, identificaciones aleatorias, persecución y un largo etcétera.

 
Esto es sólo un breve resumen, lo malo es que el 2013 se presenta  infinitamente peor que el año pasado. La profundización en las políticas de recortes (austeridad es el término técnico) y desposesión de derechos irán en aumento. Amparados en los dictados del Mercado y la Troika y en la impunidad de la que se saben dueños, gracias a esa magnífica falacia de la representatividad de un pueblo, seguirán con la misma línea de empobrecer a la mayoría de la población para enriquecerse más y más un pequeña minoría que no tiene el más mínimo atisbo de remordimiento frente a la miseria y la muerte que están causando.
No debemos engañarnos, estamos todavía lejos de vivir un periodo revolucionario (de hecho está más cerca uno involucionario que otra cosa). No tenemos ni la conciencia ni la valentía suficiente (al menos de momento) para emprender ese viaje. Esto no es razón para desfallecer, todo lo contrario, es momento de redoblar esfuerzos y no dejarse agotar ante la abrumadora evidencia del triunfo del sistema.

En este 2013 debemos tener presente las dos líneas de lucha que tenemos ante nosotros.

Por un lado, tenemos la pelea del día a día contra la incesante pérdida de derechos y el aumento vertiginoso de la pobreza (tanto económica como social) a nuestro alrededor. Ahí están la lucha sindical, no necesariamente a través de sindicatos, en la esfera laboral; también tenemos los movimientos de defensa de los servicios públicos, la labor del activismo en defensa del derecho a la vivienda,… Todas estas luchas y muchas otras son necesarias e imprescindibles en estos momentos de necesidad material absoluta. Además, cumplen un propósito secundario como puerta de acceso a la lucha social de muchas personas que hasta la fecha vivían en la aparente tranquilidad del “Estado de bienestar” y del “Capitalismo amable”. Sin embargo, este constante ir a contracorriente de las decisiones políticas no puede ni debe convertirse en un fin en sí mismo, es decir, no podemos caer en la tentación de conformarnos con quedarnos como estábamos hace unos años. El peligro de sucumbir a los cantos de sirena lanzados tanto desde la socialdemocracia (y desde luego no me refiero al PSOE) como desde posiciones, apenas disimuladas, neofascistas acerca de que la gran solución pasa por imponer una regeneración democrática (qué miedo da esta expresión) y las oportunas regulaciones en las reglas de juego del capitalismo.

Así pues, hay que apoyar y participar de estas luchas pero no debemos perder la perspectiva de que hay una segunda línea de lucha, de fondo, de sacrificio, pero que es la que verdaderamente puede ofrecernos la posibilidad de llegar a ese cambio revolucionario tan necesario por el bien de la humanidad y del planeta.

Esta segunda línea parte de la conciencia de que no es posible vivir de manera digna y libre bajo este sistema cuyos cimientos se asientan en la explotación de todo y de todos hasta la muerte. Y sobre esta certeza y desde la que nos ofrece la observación directa acerca de que todo Estado no es más que un aparato montado para administrar y gestionar los asuntos e intereses comunes de la clase dominante y, para cuando la ocasión lo requiere, reprimir sistemáticamente a la población; debemos trabajar fuera del radio de acción y de las normas del sistema.

En lo personal, esta línea parte de la autoformación de esa conciencia crítica. Es imprescindible desconectarse del consumo acrítico de información y empezar a pensar por nosotros mismos. A partir de ahí, debe ser nuestro primer objetivo crear, apoyar y participar activamente en la creación o mantenimiento de iniciativas-proyectos que ofrezcan alternativas. Proyectos basados en la autogestión (es imprescindible no depender económicamente) y la horizontalidad, en formas de trabajo cooperativas y no competitivas que busquen el bien común y no el lucro individual. De esta forma es imprescindible el disponer de una red de medios de comunicación e información ajenos a la lógica del capital; es indispensable el fortalecimiento y la ampliación de las iniciativas cooperativistas y colectivistas como alternativa a la explotación capitalista; es necesario el empoderamiento político y social de todas las personas a través de asambleas populares donde poder participar y decidir sobre aspectos comunes vitales; necesitamos con urgencia la creación de un “sistema educativo” (por llamarlo de alguna forma) que ofrezca visiones y maneras diferentes de vivir.

En definitiva, hay que ser capaces de comprender que sin esfuerzo y sacrificio (obviamente acompañado de la alegría que da el ser coherente en tu día a día). No hay verdadero cambio sin estar dispuestos a perder todo aquello que creemos poseer, sin esto no es posible la ansiada revolución.

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